Trabajar gratis y algo más. ¿Cuál es el papel de los voluntarios en los museos?

Cuando se analiza la precariedad en las industrias culturales se suele mencionar la figura del voluntario como muestra de la decadencia del sector, el voluntario como mano de obra gratuita, como eterno aspirante que nunca accederá a más. ¿Es un error de percepción o es que aún no hemos institucionalizado el verdadero valor de los voluntarios?

Empezaré diciendo que el voluntario es un trabajador como cualquier otro, que, sin ser remunerado con dinero, debería percibir otro tipo de recompensas -generalmente intangibles-. Muchas veces su figura se desplaza, de manera errónea, hacia la exclusiva cobertura de lo que se consideran tareas menores del museo, es decir, los servicios al visitante y el contacto directo con el público. Si hace unos meses decíamos que el personal de salas, generalmente subcontratado, carecía de una consideración equivalente a su importancia en tanto embajador del museo, cuando hablamos de voluntarios la cosa se complica aún más. No negaremos que el voluntariado tiene un potencial enorme en términos económicos y que gracias a él son muchas las instituciones que pueden abrir sus puertas cada día, pero su razón de ser va mucho más allá de la ilusión del empleado-cheque en blanco.

El voluntario es, de entrada, la prueba de que el vínculo entre el museo y la comunidad funciona, y para que esto sea así su labor y su esfuerzo tienen que recibir la atención que merecen por parte del personal remunerado del museo. He visto en muchos lugares cómo el personal subcontratado no interactúa con la plantilla y cómo los voluntarios no son más que almas bondadosas a las que se les permite tener acceso a la fachada del organigrama institucional. Eso está mal, señores, muy mal. Lo primero que necesita un voluntario para poder desarrollar su trabajo es estar amparado por un programa específico que se integre dentro de los objetivos a largo plazo del museo y cuente con personal cualificado para su seguimiento y evaluación. Esto implica, en mi opinión, que el término voluntario sea considerado como una tipología de vinculación a la institución y no, como sucede muchas veces, una manera de definir sus funciones. Generalmente voluntario es sinónimo de guía, o de personal de información, cuando debería poder significar ayudante de restauración, investigador, asistente de iluminación o auxiliar administrativo. Cualquier área del museo debería ser susceptible de admitir e integrar en su equipo la figura del voluntario.

Otra idea vaga que he oído más de una vez es la de que, puesto que no es remunerado, el voluntario no tiene por qué participar del mismo compromiso y responsabilidad que un trabajador. Lejos de ser benevolente, este sistema de discriminación positiva perjudica e infravalora la aportación de todos aquellos que han decidido colaborar con el museo sin cobrar nada a cambio. ¿En qué ayuda al museo disponer de una horda de ciudadanos motivados a los que se les asigna tareas blandas haciéndoles saber que su función será siempre secundaria? ¿Qué enseña a la comunidad una política que mide el valor del esfuerzo en la medida en que este es monetizable? ¿Por qué considerar que el dinero es la única recompensa posible y la más gratificante?

Hay voluntarios que buscan realizarse más allá de la jubilación, otros que ven la oportunidad de adquirir experiencia en el museo teniendo un horario flexible; hay gente que, simplemente, disfruta sintiéndose parte de una institución que admira y respeta y desea dedicar algo de su tiempo a ayudar a los demás. También hay personas que esperan cierto reconocimiento y prestigio –muy en la línea de la filantropía estadounidense, que funciona de maravilla- o incluso que, sencillamente, quieren ligar en un contexto más o menos elegante e intelectualizado. Todas estas personas tienen motivaciones intrínsecas más allá del elemento económico, motivaciones que, muchas veces, son mucho más poderosas que las que les empujan a acudir a su trabajo a cambio de dinero cada día. Esta vocación, y no otra, además del esfuerzo y la dedicación de cada individuo, es la que debería evaluar el museo para descifrar, en términos cualitativos, cuál es la mejor manera de remunerar a sus voluntarios. Formación, acceso privilegiado o reconocimiento social: hay un montón de maneras de afirmar la función de los voluntarios poniendo de manifiesto su relevancia en el organigrama del museo.

Un buen programa de voluntarios, que incluya formación, seguimiento, evaluación y un sistema de recompensas acorde con los intereses y motivaciones de cada miembro del equipo, es un claro reflejo de la buena salud del museo. Hacerlo posible, desterrando el fantasma del voluntario como adalid de la precariedad, requiere trabajo, y ahí es donde la equivalencia voluntario-gratuidad puede fallar. Y es que integrar a la comunidad en el museo, y viceversa, cuesta dinero -o no- y esfuerzo. Lo de trabajar gratis sin derechos ni recompensas ni reconocimiento alguno tiene otro nombre. No lo diremos para que nadie se ofenda.

23 Respuestas a “Trabajar gratis y algo más. ¿Cuál es el papel de los voluntarios en los museos?

  1. Una vez más pones el dedo en la llaga Sara tocando un tema espinoso y controvertido. Hace unos meses en el tweet/debate #cultura18 se trató este tema y saltaron chispas. Estoy de acuerdo contigo en que «Cuando se analiza la precariedad en las industrias culturales se suele mencionar la figura del voluntario como muestra de la decadencia del sector, el voluntario como mano de obra gratuita, como eterno aspirante que nunca accederá a más». En lo que no estoy de acuerdo es en esta visión del voluntario como mano de obra gratuita.
    En primer lugar, hay que dejar de contar como voluntarios a todas aquellas personas que llevan a cabo tareas no remuneradas en un museo. Por ejemplo, no se debe considerar como voluntariado a los estudiantes/aspirantes en prácticas o becarios que están en el museo para formarse y no con una finalidad social.
    En segundo lugar, no creo que el trabajo voluntario deba considerarse una «categoría laboral» aunque estoy de acuerdo contigo que el voluntariado no debe limitarse a las tareas menos especializadas o cualificadas. El problema del voluntariado de los museos en España es que se trata de una práctica importada del mundo anglosajón y que son pocos los museos que se la toman realmente en serio. Como la tradición museística española está en las antípodas de la anglosajona, el voluntariado de nuestros museos se parece al voluntariado de tipo religioso/caritativo. Éste sí que tiene una larga y rica tradición en España y normalmente se le ha vinculado el desarrollo de tareas poco cualificadas.
    En tercer lugar, el voluntariado no puede ser la solución a la «precariedad económica», aunque eso no significa que un museo no pueda funcionar con personal voluntario. Un museo que no tiene dinero para pagar sus gastos corrientes debe cerrar, pero eso no implica que en un museo los voluntarios deban limitarse a hacer las tareas menos sofisticadas o las que no hace el personal remunerado. El voluntariado hay que entenderlo como una práctica social en la que el trabajo comunitario tiene un alto valor y consideración personal. El caso del Museo al Aire Libre de Arnhem en Holanda (http://www.openluchtmuseum.nl/en/) me impresionó profundamente cuando lo conocí hace ya unos años. Todo el staff del museo eran personas voluntarias, en su gran mayoría personas jubiladas que aportaban sus conocimientos profesionales (como gerentes, administrativos, conductores de tren o jardineros) al buen funcionamiento del museo. Los únicos trabajadores remunerados del Openluchtmuseum son los artesanos que se ocupan de los talleres y obradores que venden sus producciones.
    En Inglaterra hay numerosos ejemplos, especialmente de museos locales o casas-museo, que son gestionados exclusivamente por voluntarios y que no podrían estar abiertos al público si no fuera así. Se trata de un tipo de voluntariado comprometido con el amor a unos vestigios, personajes o hechos, que dedica gustosamente parte de su tiempo libre a este trabajo comunitario. No se trata de sacrificio sino de compromiso, no se trata de ganar el cielo sino de amar la tierra.

    • Gracias, Manel, me encanta tu comentario.

      Estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas y me gusta especialmente lo que explicas a propósito del componente caritativo y cristiano del enfoque del voluntariado en este país. Nunca lo había pensado así y contextualiza muy bien las carencias de las que quería hablar.

      Yo tampoco creo que el voluntariado, de carácter social, pueda equipararse al personal en prácticas, pero, desgraciadamente, en muchas ocasiones la escasa coordinación por parte del museo acaba diluyendo las diferencias entre ambos perfiles. En realidad, cuando hablo del voluntariado como «categoría laboral» no lo hago en sentido estricto -la ausencia de relación laboral es una de las bases del voluntariado-, sino como una manera de aludir a que el término voluntario, por si mismo, únicamente define un tipo de vinculación con la institución, no un repertorio de funciones. Es como identificar al becario con las fotocopias :)

      Como tú bien dices, el voluntariado cultural tiene mucho más que ver con formar parte de la comunidad que con la piedad y el sacrificio, y es en ese compromiso y aceptación altruista de responsabilidad hacia el bien común donde reside el verdadero potencial del voluntario. Voy a ver el museo que propones, ¡tiene una pinta buenísima!

  2. Sara, enhorabuena por el post y por tu blog! Sólo quería decirte que en Vilamuseu compartimos tu concepto de «voluntario» y lo llevamos a la práctica. Tenemos unos 20 voluntarios que nos ayudan desinteresadamente en todos los departamentos del museo (arqueología, restauración, visitas guiadas, etc.) y son considerados como parte del equipo. Tal y como dices, son la muestra de que el museo y la comunidad están estrechamente vinculados y esa es una de las claves para que el museo cumpla su papel social y sea valorado.
    Un saludo.

    • ¡Gracias por tu comentario, Carmina! Me alegra saber que en vuestro museo se valora e integra a los voluntarios. ¿Desarrolláis algún tipo de programa específico para ellos, jornadas de formación, eventos o algo por el estilo?

      • Se les da formación antes de empezar a colaborar en el museo. Por ejemplo, a las voluntarias que colaboran en las visitas guiadas se les formó en atención a grupos, interpretación del patrimonio y en la historia y patrimonio de la ciudad de Villajoyosa.
        Por otro lado, siempre que organizamos algo (eventos, jornadas…) ellos son los primeros en enterarse, si alguno se ofrece puede colaborar y, en definitiva, y como ya escribí, intentamos que se sientan parte del equipo.

      • ¡Gracias por compartir vuestra experiencia, Carmina! Estuve viendo la web del museo y me encantó leer que en la descripción se reivindicaba el trabajo del equipo de profesionales y voluntarios :)

  3. Recuerdo nuestra visita al Museo de Historia Natural de NY, donde un ingeniero espacial retirado nos explicó detalles curiosos sobre uno de los meteoritos expuestos en la sala. Está claro que nustros museos distan mucho de los anglosajones en muchos aspectos, pero el tema de los voluntarios es especialmente sangrante. ¿Por qué no podemos tener nosotros voluntarios especializados?

    Por otra parte he visto que ha habido alguna reacción adversa a este post en twitter, y me parece muy significativo el punto que ha causado la controversia: el de los voluntarios como personal explotado, casi esclavo de la situación económica actual. Como si el voluntariado fuese una forma de explotación laboral ejercida por la institución. Me llama mucho la atención que esto sea un motivo de debate, pues considero que la clave del concepto «voluntario» es precisamente eso, que es un trabajo que se hace desinteresadamente y de buena voluntad.

    Sin embargo, da la sensación de que los voluntarios, en España, no lo son.

    • Como tú bien dices, en España el concepto de voluntario está muy denostado y demasiado vinculado a la precariedad imperante en el ámbito de la cultura -y en todas partes, en general-. Mi idea era proponer una reflexión en torno a la diferencia entre lo que debería ser un voluntario y lo que, tristemente, muchas veces acaba siendo. También entre las diferentes realidades y motivaciones que atañen a los voluntarios y la percepción, muchas veces simplista y generalizadora, que muchos profesionales de la cultura tienen de esa masa de individuos altruistas que no siempre son visibilizados como deberían.

      Con respecto a lo del señor de los meteoritos… ya sabes lo que pienso sobre lo mucho que podríamos aprender de los museos anglosajones. Sin embargo, y a una escala diferente, sé que hay ejemplos muy similares en España de profesionales retirados -o en activo- que comparten su experiencia de manera desinteresada. Sé de un señor que ayuda a restaurar planos que en sus tiempos mozos era encuadernador y de un montón de gente que, sin haber podido ejercer la profesión de sus sueños, busca en el voluntariado una manera de realizarse y dar rienda suelta a conocimientos adquiridos de forma autodidacta. La gente es mágica y hay que aprovecharse de eso, de eso y no de la gratuidad de su fuerza de trabajo :)

  4. Hola Sara! Felicidades por la iniciativa Museo, Go Green! Ya te lo había comentado pero aprovecho para decirte de nuevo que Me Encanta!

    He disfrutado leyendo el post y los comentarios, y me gustaría comentar algo que me resulta profundamente molesto del tema. Y es que tengo la sensación -quizás malvada- de que se utiliza al voluntario como una especie de comodín, como un recurso -económicamente- barato -y tanto- al que recurrir cuando en realidad se necesita personal pero se carece de presupuesto destinado a esa labor.

    Tengo la sensación de que desde el lado institucional se suele camuflar bajo esta figura, labores y necesidades que deberían estar dotadas de un presupuesto económico. Considero que el voluntario debe ser una pieza que haga crecer, y no una pieza que cubra posibles huecos en la institución.

    Un saludo!

    • ¡Gracias, Carlos! Estoy totalmente de acuerdo contigo, desgraciadamente hay muchas instituciones que no entienden el sentido último del voluntariado y se limitan a cubrir puestos de trabajo con personal no remunerado. Entiendo que, por culpa de ese mal uso, mucha gente esté en contra del uso de voluntarios, pero mi intención con el post era reivindicar que, al menos en mi opinión, el verdadero potencial del voluntariado se integra a la perfección en los valores del museo. Muchas veces se habla de voluntariado cuando se quiere decir prácticas no remuneradas o, directamente, explotación de jóvenes buscando una oportunidad, y creo que eso mancilla la labor de mucha gente que sí cree en el altruismo como algo saludable para el museo y la comunidad :)

  5. Hola Sara, excelente post como suele ser habitual en ti. Estoy de acuerdo contigo en el planteamiento. La figura del voluntario es un terreno a explorar, que no a explotar, máxime en los tiempos en que nos encontramos. Creo que para mejorar la sostenibilidad económica de pequeños museos habría que tratar de adaptar estas fórmulas a su funcionamiento pero, claro, esto pasaría porque las figuras y funciones de voluntario / estudiante en prácticas / becario estuvieran perfectamente delimitadas, y también pasaría porque estuvieran definidas en los planes museológicos de los centros. Desgraciadamente son raros los museos que cuentan con plan museológico y las figuras de colaboración están «entreveradas»: no se sabe donde empiezan o acaban. Salud…

    • ¡Gracias, José Luis! Estoy totalmente de acuerdo, la ausencia de un plan museológico impide que muchos elementos que deberían ser habituales y sencillos no puedan funcionar, ¡entre otras cosas porque nadie tiene muy claro para que sirven! Y el tema de la fusión de perfiles, unidos únicamente por la precariedad o la no remuneración de sus tareas es alarmante y arruina el potencial social del voluntariado. La clave es confiar en que se pueden cambiar las cosas y cambiarlas :)

  6. Hola! soy nueva por aquí y aunque la entrada es de hace tiempo he querido dar mi humilde opinión que espero sirva de algo en tu proyecto o en los futuros.
    Como muchos comparto que el voluntariado es un terreno a analizar y habría que profundizar mucho más. Me gustaría hacer hincapié en algo que quizá moleste pero a pesar de que no veo mal el papel de los voluntarios, si que rechazo el que se recurra a este sistema en detrimento de los profesionales que durante años se forman para tener la mínima oportunidad de acercarse a una institución cultural y poder trabajar en el sector. Creo que muchas instituciones (y con capital más que suficiente) tiran de voluntarios, en su mayoría de la 3ª edad, y no contrata (recordemos que hay muchos tipos de contratos y no necesariamente se debe recurrir a la jornada completa y al empleo fijo). No me parece mal dar la oportunidad a jubilados que siempre han sentido cierta cercanía y gusto por lo cultural, pero no olvidemos que somos muchísimos los profesionales que nos formamos en universidades, que gastamos ahorros en masters y que acabamos quemados haciendo prácticas para no encontrar nunca un trabajo en el sector al que tantas horas y devoción hemos dedicado. Creo que se abusa de esta figura con la excusa de la falta de recursos económicos y como bien has mencionado se relaciona a la decadencia del sector, lo que a su vez no favorece su imagen.
    Y yo me pregunto ¿en decadencia?¿por qué?¿quiénes dejamos que sea así?¿cuáles son las medidas a tomar para que esto cambie? quizá una de las soluciones fuera contratar a más personal con una formación adecuada y la suficiente ilusión por contribuir al sector cultural, empleados que además ven en el sector el valor que además contribuye al desarrollo de la sociedad y lo ve como algo más que un simple hobby. En definitiva, no rechazo la figura del voluntariado pero si creo que se abusa de ella, que muchas instituciones prefieren ahorrarse el dinero recurriendo a ellos y que la cultura y el sector servicios requiere de profesionales formados y con vocación como cualquier otro sector, no he ido a hospital ninguno donde me atendiera un voluntario. A mi modo de ver se debe recurrir a los voluntarios en casos muy concretos, no olvidemos que su papel es el de ayudar temporalmente cuando no se da a basto en las tareas, pero es triste ver como en Europa la cultura echa mano de este recurso cuando todos los ciudadanos pagamos por cuidar nuestros bienes patrimoniales, cuando no lo hace una gran entidad privada con capital más que de sobra, por poner un ejemplo. El voluntariado en cultura en una sociedad «desarrollada» es un punto negativo que sólo perjudica al sistema laboral en nuestro sector y son los propios gestores culturales y entidades quienes al recurrir a este sistema no hacen más que dañar el sector.
    Por último despedirme con un cordial saludo desde el extranjero.

    • En efecto, Laura, lo que comentas es el gran sinsentido del voluntariado en España. En mi opinión, el voluntariado es una herramienta para involucrar a la comunidad, en ningún caso una práctica para prescindir de profesionales. De hecho, este es uno de los principales motivos de desprofesionalización del sector, equiparable al fabuloso mundo de las prácticas, becas, etc. Un programa de voluntariado no debería tener nada que ver con unas prácticas formativas, ni unas prácticas formativas con la utilización ilegal de trabajadores no reconocidos por la ley. Desgraciadamente todo se confunde, desvirtuando conceptos que, bien gestionados, podrían tener sentido.

      ¡Gracias por tu comentario y bienvenida!

    • Hola Laura, estoy de acuerdo contigo en que el mal uso que se ha hecho en España del voluntariado ha llevado a que se tenga de él una visión negativa. Pero en las sociedades occidentales desarrolladas el voluntariado cultural, lejos de perjudicar al sistema laboral creo que es un rasgo de civilización y de educación.
      Por desgracia en este país (que es más famoso por su contribución a la historia de la picaresca que a la la historia de la ciencia) se sigue considerando más inteligente al que consigue defraudar a hacienda que al que paga sus impuestos.

  7. Después de leer todo los comentarios, simplemente añadir ciertos opiniones muy breves.

    Estoy de acuerdo en que un becario o persona en prácticas no es un voluntario, aunque muchas veces se confunda. Una persona que ejerce el voluntariado dona su tiempo y experiencia a una causa o institución por diversos motivos, no espera dinero a cambio, pero si hay que retribuirle de alguna manera, como se ha mencionado, con la adquisición de conocimiento, acceso privilegiado,… porque es alguien que se ofrece FREE para dar gusto a su motivación personal y en pro de un destinatario que sólo obtiene beneficios de ello (hablo de un voluntariado ya formado).

    Como muchos otros he hecho prácticas, una de ellas exclusivamente por motivos personales, sin que ello aporte formación relacionada con mis estudios previos. Lo que saco en limpio es una relación Amor-Odio para con un museo que frecuento de forma semi-VIP, pero del cual intento (infructuosamente) lograr mejoras. Mi aprendizaje es el siguiente:

    Los museos (los que yo he ido viendo) generalmente no están preparados para dar cabida a las aportaciones de los asistentes en prácticas, incluso en los casos en los que estos pueden realizar cuestiones relevantes dentro de las labores del museo, toda posible mejora desaparece con el personal de prácticas, el hábito y las «obligaciones» contraídas con en el convenio.

    No hablamos ya de los voluntarios vocacionales, estos generalmente no tiene cabida como tal (no hay convenio, marco referencia, ni instituciones «validadoras» detrás), e incluso si la llegaran a tener, las instituciones de acogida no estarían preparadas para gestionar lo que implica integrarles en su funcionamiento y responsabilidades.

    • Muchas gracias por tu comentario, Urtzi. ¡Estoy totalmente de acuerdo contigo! Desgraciadamente, la mayor parte de las instituciones en España no aprovechan el potencial de su personal en prácticas ni entienden su responsabilidad a la hora de formarlo. No sucede lo mismo en todas partes. Está claro que hay excepciones, pero mi experiencia en UK como personal en prácticas ha sido muy diferente. Yo no era una trabajadora sin derechos, ni una solución barata a un problema de presupuesto, era una profesional en formación y así se me trataba en todo momento.

      Por otra parte, existe un problema de base en el sector cultural español -que también he encontrado, aunque en menor medida, en otros países en los que he trabajado- y es que profesionales con amplia experiencia se ven forzados a solicitar becas y puestos en prácticas simbólicamente remunerados por una cuestión de subsistencia. Yo he trabajado por casi nada por pura necesidad, no por una promesa de aprendizaje. «Casi nada» puede dar sólo para hacer la compra semanal o para pagar la mitad del alquiler, puede ser indigno, pero a veces no nos queda más remedio. Yo he visto a doctores con dos décadas de experiencia presentándose a una beca de museología del Ministerio. Es desolador.

      Con respecto al voluntariado, estoy teniendo el placer de conocer muchos programas interesantes en Londres, que encajan a la perfección con los puntos que trato en el post. De hecho, escribiré sobre ello pronto.

      Me gusta que hayas refrescado el tema. Saber que es un aspecto que preocupa a los lectores de Museo, Go Green! me anima aún más a publicar nuevos posts para continuar el debate.

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