¿Dentro o fuera? Espacios interactivos en el museo

Cuando visité por primera vez el Museo del Traje en el año 2004, poco después de su apertura, quedé fascinada por su Área Educativa. En aquella época todavía era relativamente raro encontrar en España espacios interactivos fuera del entorno de los museos de ciencias, más habituados a estas cuestiones. El Área Educativa, que poco ha cambiado desde entonces, planteaba un recorrido alternativo complementario al discurso expositivo presentado de forma cronológica. Este recorrido paralelo, ubicado en un pasillo exterior continuo al que se accedía desde algunas de las salas, proponía una experiencia práctica del fenómeno de la indumentaria, sus usos, significado, fabricación y características físicas a través de áreas conceptuales, permitiendo al visitante tocar, mirar de cerca o probarse prototipos de prendas paradigmáticas de la historia de la moda en un entorno amuseístico. Al principio me pareció altamente liberador, pero con los años, y aun siendo uno de mis museos favoritos, me he dado cuenta de que me incomoda ser expulsada de la sala cada vez que quiero hacer algo más que mirar. Mi pregunta es: ¿Por qué no integrar ambos itinerarios en un mismo espacio? ¿No debería ser ese el objetivo último de la museografía? ¿Es, acaso, este discurso explicativo un discurso menor?

En el caso del Museo del Traje las propias características de su colección y las estrictas condiciones ambientales que requiere su exhibición podrían dificultar la integración de elementos diversos dentro del espacio expositivo. Sin embargo, teniendo en cuenta el aislamiento de las vitrinas y la imposibilidad de que estos materiales “sin valor” vulneren la integridad de las piezas expuestas, el impedimento parece más estético que ambiental. La manipulación de estos objetos cotidianos no interferiría en la conservación de la colección, pero sí alteraría el tono del discurso. De hecho, las salas ya disponen de elementos interactivos –ordenadores de consulta-, pero estos, contemplados bajo el aura de los 50 lux, pasan prácticamente inadvertidos. El visitante sigue recibiendo el único desafío de mirar.

Frente a este modelo, hay museos que proponen la experiencia interactiva de forma integradora, haciéndola convivir con las propias obras en exposición y el discurso oficial. Hay instalaciones brillantes como la del Museum of London, con su interés por los cinco sentidos y su aproximación a la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, y otras que, siendo mucho más modestas, capturan a la perfección el carácter experiencial del museo. Una de estas propuestas es la del Inverness Museum & Art Gallery, en la capital de las Highlands, Escocia. Este pequeño museo recorre la historia de las Highlands a través de una instalación cronológica plagada de propuestas interactivas “a pie de obra”. En un par de horas comprendí la escritura rúnica mientras contemplaba biblias en gaélico, me probé una cota de malla que pesaba un montón y aprendí a prender una fíbula sobre mi capa junto al display de las armas medievales, jugué a varios juegos de mesa vikingos sentada en un taburete junto a la vitrina de utensilios de cocina y pude ver, por primera vez en mi vida, a una persona tumbada en el suelo de un museo. En efecto, no fue una reacción espontánea de turista acalorado, el panel de instrucciones indicaba claramente que tumbarse en el suelo era necesario para envolverse en el kilt.

En ese momento pensé que todos los museos tendrían que ser así, sin tonterías. ¿Por qué no ir al museo con tu amigo simplemente porque te apetece echar unas partidas a un juego vikingo? ¿Por qué no pasarlo bien una tarde fría de noviembre probándote unas armaduras? Los materiales interactivos del museo de Inverness no eran caros -bloques de madera, hojas fotocopiadas, telas de baja calidad- pero cumplían perfectamente su función: entendías qué estaba pasando en el museo y te hacía sentir parte de él.

Cuando pienso en el Museo del Traje y en su recorrido alternativo me pongo un poco triste. En mi mente el Área Educativa es cada vez más secundaria y su mantenimiento parece algo deficiente. Simplemente está fuera, cuando podría conversar a la perfección con La velada musical y El paseo de los elegantes. Quiero probarme un polisón junto a un polisón de verdad, sentirme parte de la historia que me están contando. Es mucho más cómodo que tener que entrar y salir cada vez que quiero ajustarme unos chapines, tocar un tejido de algodón o saber qué es la trama y qué la urdimbre. Imaginad cómo sería engañar al No Tocar.

Me gustaría ver a más gente tumbada en el suelo del museo, y no porque hayan muerto de aburrimiento de tanto mirar, sino porque se hayan dado cuenta de que hacer mola mucho más que ver.

13 Respuestas a “¿Dentro o fuera? Espacios interactivos en el museo

  1. Recientemente, al preguntar de un modo entusiasta a mi profesora de italiano si en el curso habría algún dictado – siempre me han divertido los dictados como método de enseñanza-aprendizaje de la ortografía-, su cara se tornó verde. Y su respuesta fue sorprendente. Al parecer, es un método que ha pasado a ser considerado prehistórico y que ya no se emplea en la escuela – se ha evolucionado, se ha subido un escalón más hacia un metodo de enseñanza que realmente ayude en el aprendizaje de los estudiantes. ¿Quizá algunos museos no han dado ese paso? ¿Quizá no se han dado cuenta de que el «No Tocar» es un método de enseñanza prehistórico? Por cierto, es un post estupendo. Felicidades

    • ¡Muchas gracias, Greenlondito!
      Estoy totalmente de acuerdo. El problema viene cuando el usuario, estudiante o visitante se aburre, y no por culpa del contenido -es muy fácil decir: al público general no le interesa la cultura- sino por la manera de comunicarlo. Es cierto que el Museo del Traje no es, ni mucho menos, el paradigma de museo aburrido, ya que cuenta con un montaje muy didáctico que además es muy bonito, pero me sirve para hablar de un museo que va por un muy buen camino y que aún así no es perfecto, porque son muchos los factores a tener en cuenta. ¡Me alegro de que te guste el blog!

  2. El museo, sus exposiciones, son un medio de comunicación. La comunicación es posible por la interacción de un emisor y un receptor, y su simbiosis. Muchos museos que siguen ese discurso arcaico son simples emisores y los visitantes receptores sin derecho a más. El visitante ha de ser partícipe del discurso para entender la historia, el arte, la vida. Solo hace falta confiar en el visitante. Existe un miedo atroz al visitante, mas que un visitante es un atacante de la obra expuesta. Mi día a día en el trabajo consiste en decirle al visitante: no se puede tocar, no se pueden hacer fotos, no se siente en el suelo, no hable que molesta a los demás…… Confianza en el visitante, esa es una de las claves.

  3. Me ha encantado!! pienso lo mismo que tú… cuando visito museos de otros países y veo todos esos touch-me y los toco y me los pruebo, interactuo con ellos y sobre todo me divierto, no puedo parar de pensar que porque en España no existen apenas estos recursos museográficos! que envidia!! luego los profesionales de los museos se quejan de que la gente no va a los museos y bla bla bla, lo cual yo veo muy normal ya que mayoritariamente son sinónimo de aburridos (si a mi me gustan y a veces me aburren, pues imagínate a la gente que casi nunca pisa un museo). Hace ya unos años fui al Victoria & Albert Museum y una de las secciones del museo era de opera, teatro y cine, y aquí te podías probar replicas de vestimentas. Mi hermana y yo nos lo pasamos en grande mientras nos probábamos y hacíamos fotos con una casaca rojo, un gorro a lo Ana Bolena, etc… en fin… aquí aunque ya se ve algo todavía nos queda un largo camino por recorrer para pasar de museos del s.XIX a museos interactivos del s.XXI. Felicidades por el post. Me ha gustado mucho.

    • ¡Muchas gracias! Me encanta cuando dices «si a mi me gustan y a veces me aburren, pues imagínate a la gente que casi nunca pisa un museo», porque tienes toda la razón. El V&A es uno de mis museos favoritos. Lo que más me sorprende en los museos anglosajones es la propia manera en la que los visitantes ocupan el espacio del museo, hay más libertad, se siente como algo más propio, no como un lugar que simplemente se «visita».

      • es más como un espacio de ocio o para pasar el rato, aunque no se vaya a ver la colección permanente o las exposiciones temporales. Aquí te abruman ente el «prohibido no tocar» y el «silencio por favor». Bien a que no puede tocar los objetos patrimoniales, pero tampoco se puede debatir sobre el objeto de la exposición… a veces da la impresión de que estamos en misa y no en un lugar donde el conocimiento debería debatirse y no sólo ser un mero espectador pasivo.

  4. Totalmente de acuerdo. De hecho, aquí existe ese miedo a que los museos se conviertan en parques de atracciones o en espacios de ocio, cuando diversificar los usos del museo, entendido como espacio para la comunidad, y hacerlos más participativos y habitables no tiene nada que ver con la mercantilización de la cultura. Entender que un buen museo es aquel que genera muchas colas para entrar en él sí que es un modelo de parque temático…

  5. Me encanta tu post!! estoy haciendo mi trabajo de fin de máster justamente proponiendo una renovación en el área didáctica del Museo del Traje y acabo de encontrar tu página. La verdad es que la mayoría de los museos escoceses trabajan mucho en esta línea y es una maravilla, espero que pronto podamos empezar a ver cosas así en nuestros museos! Un saludo

    • ¡Muchas gracias, Ana, me alegra que te guste! Me parece buenísima idea tu proyecto de máster y me encantaría verlo una vez terminado :) Cuando quieras comentamos cosas y me cuentas tus impresiones sobre la didáctica del museo, ¡seguro que tienes un montón de propuestas!

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