No recuerdo mucho, sólo la luz rara del aeropuerto cuando me agaché y le dije a mi sobrina “no te hagas muy mayor”. El día que me fui de España no fue memorable, ni épico. Aún siento la excitación mezclada con esa sensación inevitable de que, a partir de ese momento, parte de mi vida sucedería en diferido. Mi familia se haría mayor fuera de campo. Mi centro de gravedad bascularía, los mapas significarían más cosas.
Emigrar se parece mucho a desdoblarse en el tiempo y el espacio, es encontrar nuevas maneras de ser y habitar. Es desafiar tu identidad y reconciliarte con ella, es construir una narración que contarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Pero emigrar también es, para muchos, quedar atrapados en un limbo.
Algunos de los grandes museos del mundo son el resultado de migraciones, imperios, dinámicas de poder sobre el territorio y las culturas que los convirtieron en cómplices de la fagocitación de identidades, el apropiacionismo cultural, el expolio. Pero los museos ya no son cofres del tesoro. Todo museo carga con una herencia más o menos cuestionable, una herencia que para muchos se reconcilia desmembrando colecciones, devolviendo objetos a sus comunidades de origen. No me malentendáis, estas devoluciones son políticamente relevantes y muchas veces necesarias, pero no significan nada sin la creación de narraciones alternativas en torno a las colecciones. Los museos necesitan transgredir su herencia ofreciendo relecturas, dando voz a las comunidades de origen, dejando de dominar el discurso.
El British Museum es una de las instituciones más criticadas por ser la prueba viviente de un imperio que se comió el mundo y lo vomitó. Pero el British Museum no es una panda de señores malos que se niegan a devolver los frisos del Partenón. Cuando los turistas se arremolinan en torno a la Piedra Rosetta no es difícil oír comentarios del tipo “Todo esto es robado”, que me recuerdan lo poco que saben los visitantes del trabajo que se hace en un museo y lo poco que se esfuerzan los museos en hacérselo saber. El British Museum desarrolla el programa Object Journeys, un proyecto a tres años para profundizar en el estudio de su colección, en colaboración con comunidades capaces de aportar un conocimiento inestimable que trasciende los recursos académicos a los que la institución tiene acceso. Este año, el museo trabaja con la comunidad somalí de Londres para crear nuevas narrativas y sacar a la luz objetos procedentes de Somalia que, en su mayoría, no están en exposición.
Y luego está el limbo. Hablamos de vergüenza y nos vemos abocados al discurso trágico ante la crisis humanitaria actual. Y tenemos razón. Pero en ese drama de los refugiados yo no puedo evitar pensar en las practicidades de una vida truncada. En dar a luz en un campo de refugiados. En ver a tu hijo dar sus primeros pasos entre las tiendas y el polvo. En que tú tenías un trabajo y unos planes. En que igual habías dejado la comida al fuego.
Los museos no pueden devolverte tu cama, ni tu calle en ruinas, ni a tu familia, pero, en su responsabilidad social y su rol de agentes de cambio, en su afán integrador y su defensa de las identidades, los museos tienen muchas maneras de ser casa. Estuve en Viena hace un par de semanas y me alegró mucho ver que el Kunsthistorisches Museum ofrecía entrada gratuita a los grupos de refugiados con un “Refugees welcome!”. Ante la respuesta nefasta de nuestros gobiernos, me enorgullece comprobar que los museos siguen siendo espacios de tolerancia y compromiso político.

Kunsthistorisches Museum, Viena.
Las migraciones son la esencia del enriquecimiento cultural y los museos lo saben. «Multaqa: Museum as Meeting Point« es un proyecto desarrollado por varios museos de Berlín para formar a refugiados sirios e iraquíes como guías de tours en árabe destinados a grupos de refugiados, facilitando el acceso de un colectivo vulnerable y creando puentes entre el patrimonio alemán y sus culturas de origen. Es una apuesta por la integración, la empleabilidad y la puesta en valor del conocimiento y las experiencias de personas con pasado, presente y futuro. Es una llamada a la devolución de la dignidad a los que lo han perdido todo. La clave del proyecto está en el «por refugiados, para refugiados”, que elimina toda sospecha de paternalismo o aleccionamiento por parte de la cultura de acogida. Ese dar voz al otro es también el eje de la exposición itinerante “Keepshakes” del Migration Museum, una reflexión en torno al valor de los objetos personales como canalizadores de historias e identidades, un recuerdo de que los objetos más importantes no son los que albergan los museos, sino los que guardamos con nosotros a lo largo de nuestra vida.
Algo está cambiando. No es la presencia masiva de refugiados en los medios, ni la creciente conciencia social, es el concepto de refugiado como sujeto lo que es totalmente nuevo. Cada vez hay más historias y menos representación. El Equipo Olímpico de Atletas Refugiados no ha ganado ninguna medalla, pero ha creado nuevas narrativas, ha dado voz y voluntad a tantos que han quedado en tierra de nadie.
Desfilar tras una bandera inventada. Siempre he tenido conflictos con una identidad nacional que no sentía, una ciudad que me daba más bien igual, banderas e himnos, vírgenes, equipos de fútbol, senyor pirotècnic, pot començar la mascletà. Pero al día no memorable en el que me subí a un avión para no volver le han seguido años épicos de emocionarme cada vez que veo el azul del Mediterráneo al sobrevolar mi ciudad. Mi Mediterráneo, el mismo que transporta cuerpos vivos y muertos, igual de azul. El mismo al que el Museu de Ciències Naturals de Barcelona canta una oda a través de uno de los textos de sala más bonitos que he leído nunca.
Los museos nos enseñan a habitar y entender los lugares que visitamos. El turista que no ha pisado nunca los museos de su ciudad los necesita como mediadores en un territorio que no conoce. Los museos tienen la capacidad de integrar, conectar, establecer puentes. La responsabilidad de enseñarnos el azul del Mediterráneo de este a oeste, de hacernos el aterrizaje más fácil, de devolvernos a nuestra casa cuando estamos lejos. De crear casas e identidades nuevas. De devolver la dignidad a los que creen que la han perdido. De recordarnos que nadie debería quedar en el limbo. De darnos la bienvenida.

Museu de Ciències Naturals de Barcelona
Enhorabuena Sara, encantados de seguir leyendo tus siempre acertadas reflexiones…
¡Gracias, Rafa!
Hola Sara! Sigo tu blog desde hace años pero aún no te había comentado. Todas tus reflexiones me parecen interesantes pero este post me ha llegado especialmente, quizá porque he sentido emociones parecidas a las que describes. Me ha dado lástima darme cuenta de que ni yo misma a veces valoro el papel de los museos como agentes sociales activos.
Gracias por compartir todos los ejemplos que aparecen aquí y tus experiencias.
Te dejo también la dirección de mi blog, por si hay algo que te resulte interesante, aunque últimamente lo tenemos un poco abandonado: http://www.unojoparaelarte.wordpress.com
Un abrazo!
¡Gracias por tu comentario! Es importante no olvidar el potencial de los museos para cuestionar la realidad social y mejorarla, aunque a veces esté totalmente desaprovechado. Ya me he suscrito a vuestro blog para estar al tanto la próxima vez que publiquéis :) ¡Un abrazo!