A veces nos preguntamos si lo que hacemos sirve para algo, o si la actividad de los museos responde a una demanda real de la población. Últimamente me preocupa la escasa participación de los museos en los procesos de cambio integral, es decir, su impacto y utilidad en el espacio extra-cultural y extra-científico. Como parte de esta inquietud, he pasado un tiempo haciendo un seguimiento de un evento cuyo componente de transformación medioambiental y social encaja a la perfección con mi concepción de lo que debe ser un museo. Hace algunas semanas hablé de la Capitalidad Verde Europea de Vitoria-Gasteiz durante este año 2012 a propósito de los estándares de sostenibilidad para eventos. Desde que conocí su programa de actividades me propuse averiguar cuál era el papel de los museos en la celebración, así como su compromiso con los valores medioambientales premiados. De entrada tengo que decir que me sorprendió la ausencia de los museos del panel general de actividades. Sí hay exposiciones, como la dedicada a la propia Capitalidad Verde y una consagrada al bosque como ecosistema, además de la muestra “Green Capital en clave de Cómic”, aunque ninguna de ellas ha sido programada por -ni se encuentra en- un museo.
Desgraciadamente, desde el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz no han respondido a ninguna de mis preguntas por e-mail, Twitter o Facebook, aunque sí lo han hecho algunos de los museos e instituciones de la ciudad. Desde el Departamento de Comunicación de Artium me informan de que, exceptuando las acciones simbólicas de teñir su logo y la luz de su vestíbulo –habitualmente azul- de verde para felicitar a la ciudad, el museo no ha programado ninguna actividad específica. Sin embargo, y aquí es donde veo cierta luz verde, me comentan que la institución sí ha desarrollado determinadas medidas en pro de la sostenibilidad durante los últimos años. Desde 2009 todos los residuos generados por la actividad del museo son recogidos por una empresa autorizada, mensualmente en el caso de los residuos urbanos y a demanda en el de los materiales peligrosos. En cuanto al consumo energético, en el año 2011 Artium llevó a cabo un plan de racionalización basado en un estudio de los niveles de iluminación, en virtud del cual se pusieron en marcha las siguientes medidas: programación de nuevos horarios de encendido y apagado de las luces, colocación de detectores fotoeléctricos que garantizan el encendido de las luces sólo cuando hay personas e instalación de dispositivos en los motores de los aparatos de climatización con el objetivo de alcanzar un ahorro del 25%.
Por su parte, el Museo de Bellas Artes de Álava corrobora la ausencia de actividades específicas con motivo de la Capitalidad Verde, aunque me dirige a la programación de Ataria, Centro de Estudios Medioambientales de Vitoria, cuyas visitas guiadas sobre arte y naturaleza, que tendrán lugar en otoño, incluyen al museo en su itinerario. En efecto, el coordinador de Ataria me confirma las citadas visitas, englobadas dentro de un programa muy amplio e interesante en torno a la educación ambiental, que vincularán naturaleza y patrimonio artístico en las sedes del Museo de Bellas Artes y el Museo Diocesano de Arte Sacro.
El resto de los museos consultados no han respondido a mis preguntas, por lo que entiendo que no supondrán una excepción a la casi absoluta ausencia de los museos en la celebración. Reconociendo el interés de muchas de las propuestas lanzadas desde el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, como la visita a las Factorías Verdes, me cuesta creer que los museos no tengan más que decir en un hito como este. Entiendo que la organización de la Capitalidad Verde corresponde a la administración premiada, el ayuntamiento, y que el hecho de que los museos pertenezcan a otras administraciones no ayuda al consenso, sin embargo, eventos como este son los que deberían animarnos a pensar en términos globales. Más allá del mayor o menor contenido medioambiental de cada institución, ¿qué función puede tener el museo en la creación de una ciudad más sostenible? ¿Cuál es su papel como plataforma de educación y concienciación ciudadana? ¿No deberían los museos predicar con el ejemplo? Además, en un momento como el actual, en el que los recortes hacen peligrar la subsistencia de los proyectos, ¿no sería este un buen momento para que los museos participaran de los grandes movimientos y procesos urbanos? No hablo de crear macroexposiciones, sino de, simplemente, hacer un pequeño hueco en la programación para algo que está sucediendo en la ciudad y que todo el mundo conoce, una manera de decir “¡Eh! ¡Estamos aquí también! ¡Somos parte de la ciudad y también tenemos cosas que decir!”. ¿No sería una buena forma de posicionarse y hacer marketing vinculándose a un proyecto internacional que promulga valores positivos? ¿O es que el museo no debe tener opinión sobre las cosas que nos afectan a todos?
Agradezco la colaboración de Artium, el Museo de Bellas Artes de Vitoria y Ataria, Centro de Estudios Medioambientales por la información aportada.
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Great read thhankyou