Cuando el diseño se come la exposición

Todos sabemos que el diseño de una exposición es tan importante como el contenido a la hora de vehicular conceptos, pero ¿qué sucede cuando el diseño eclipsa al contenido? ¿Puede una museografía inadecuada conseguir que no entendamos nada?

Siempre he creído que un buen diseño es aquel que permanece invisible a la vez que integra los valores de la exposición. Puede que penséis ¿por qué invisible? Invisible no significa aburrido, ni siquiera básico. La invisibilidad apela a la intuición de no sólo canalizar el contenido, sino también de encarnarlo y ser capaz de crear una estructura en la que fondo y forma sean lo mismo. Invisible significa también, al menos para mí, huir del viejo paradigma aurático del cubo blanco en el camino hacia construir exposiciones más habitables.

En esto, y mucho más, me hizo pensar mi visita hace un par de semanas al Museu Valencià d’Etnologia. Dos de las áreas monográficas de su exposición permanente –Secano y Montaña y Huerta y Marjal– representan el éxito y el fracaso, respectivamente, de la apuesta por una museografía carismática. Y es que un diseño espectacular puede no comunicar nada.

En Secano y Montaña se ha conseguido una perfecta ambientación dentro del espacio dedicado a “conceptos” –también hay otro sobre “objetos”– mediante el uso de materiales –piedra, madera, hierro– que reproducen el árido relieve del interior mediterráneo. Incluso tuvimos la suerte de visitar la sala durante una avería del sistema de climatización y pudimos experimentar el tórrido paisaje en su máximo esplendor. No pretendo ser irónica, realmente llegué a pensar que la alteración térmica se debía a un microclima expositivo intencionado y me pareció fascinante.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando entro en la sala de “conceptos” de Huerta y Marjal? ¿Por qué me siento como si estuviera dentro de una retrospectiva de Donald Judd? Tuve que retroceder varias veces para volver a mirar el letrero de entrada y recordar dónde estaba. Independientemente de que crea que  lo minimalista ya no es moderno, mantengo que una museografía de este tipo puede ser muy útil para transmitir determinados conceptos. No pensemos, tampoco, que los cubos blancos, los cilindros y los fluorescentes representan una forma neutra, ordenada y moderna de presentar cualquier idea. Una cosa es el Minimalismo –que me encanta– y otra muy distinta es su cadáver formal, que se resiste a abandonar nuestras museografías y representa uno de sus principales lastres a la hora de reducir la distancia entre el visitante y la obra. Pensé mucho en Dan Flavin y en Jenny Holzer, incluso en una exposición que vi en la Tate Modern hace algunos años, pero la huerta… ¿Dónde estaba la huerta?

Aún me pregunto qué querían decirme con todas esas pantallas y neones. Entiendo el interés por modernizar la imagen de un patrimonio natural y etnológico que, además, está en grave peligro. Entiendo, también, el valor estético del montaje y su contribución a la marca del museo. Sin embargo, todo eso no me dice nada de la huerta y el marjal, de la gente que los habita, de cómo los habita, de qué significan estos territorios para la región. Ni siquiera llego a comprender el propósito de algunos de los módulos audiovisuales. ¿Sirven para algo toda la inversión y el esfuerzo dedicados si ni siquiera un espectador experto es capaz de descifrar el contenido de tanto cubo blanco? ¿Es este esfuerzo directamente proporcional al impacto de la exposición en el visitante o nos hemos dejado algo por el camino? Es como pasarte dos horas ordenando la mesa de estudio y acabar no abriendo ni un libro. No sirve para nada.

7 Respuestas a “Cuando el diseño se come la exposición

  1. Me has dejado toda intrigada!! tendré que ir a ver el Museu Valencià d´etnología y ver con mis propios ojos lo que me estas contando o_o pero tienes toda la razón…. a veces los diseños expositivos son tan espectaculares que no se presta atención a la exposición en si… o mejor dicho, pueden ser espectaculares, siempre y cuando no pierdan la misión de la exposición y tengan coherencia con la misma… cuando vaya (que no sé cuando será) ya te comentaré lo que me pareció :) interesante post por cierto!! como siempre, sensacional tu punto de vista.

  2. Pingback: De joyas escondidas… | inquietocultural·

  3. Quizá estamos ante el nacimiento de la exposición como obra de arte, igual que muchas veces en la publicidad o en vídeos musicales el contenido es un mero pretexto para la creación artística. ¿Es posible que el contenido de estas exposiciones sea lo menos importante, y sirva simplemente de excusa para promocionar un museo y sus nuevas formas de expresarse como institución?

    Posiblemente el contenido quede más claro en el «teatrito» de la permanente del MuVIM, pero de lo que se acuerda la gente es de la anécdota que, dicho sea de paso, sirve para que la gente conozca el museo y se anime a visitar el resto de sus exposiciones (por no hablar del boca-oreja que suponen este tipo de exposiciones-atracción).

    Desde mi punto de vista, mientras una exposición vacía pero llamativa sirva para atraer a más público al resto de contenidos de carácter más «profundo» (y siempre que no se convierta en la tónica general del museo), bienvenida sea.

    • Estoy de acuerdo con el potencial icónico del diseño y su capacidad para consolidar la imagen de marca del museo, atrayendo a un público más amplio. Sin embargo, el principal problema no es el diseño sin contenido -que es un mundo aparte-, sino simplemente cuando diseño y contenido van cada uno por su lado, de manera que no consiguen comunicar nada al visitante. Sabes bien que una de las bases del diseño es la legibilidad y en este caso yo no fui capaz de comprender dónde querían llevarme todos esos códigos. En el ejemplo que comento es una verdadera lástima, porque es evidente que ha habido un interés claro por actualizar la museografía y acercar los contenidos al público, y sin embargo el resultado es confuso.

  4. Este es un tema que me fascina y al que le llevo dando vueltas. Me ha encantado poder leer tu post.
    Como escenografo y artista visual entiendo y defiendo el valor de optar por una museografia temática y cuanto esta decisión puede aportar a la experiencia de la visita y a la promoción de un museo o galería. pero estoy completamente de acuerdo que el contenido es lo mas importante y nuestro papel esta en potencializar el mensaje sin distorcer o ofuscar su importancia.
    Todo esto me hace pensar en cuando Roland Bartes en su Camera lucida trata sobre el «punctum» y como puede ser catastrófico interferir en la expresión original de una idea.

    • ¡Muchas gracias por tu comentario, Fabian! Estoy contigo, yo creo firmemente que el contenido por el contenido no sirve para nada. De hecho, durante años hemos justificado museografías terroríficas incapaces de comunicarse con el público amparándonos en la idea de que lo importante era el discurso… Pero el discurso sólo existe en la medida en que es presentado, así que presentémoslo bien :)

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