#ProyectoNoTocar: Cómo inventar un museo sin prohibiciones

ACTUALIZACIÓN ENERO 2013: ¡Podéis ver las conclusiones de #ProyectoNoTocar aquí y la presentación en vídeo del proyecto en la II Edición de Arte y un café aquí!

Prohibido pisar el césped, No tocar, Prohibido el paso: sólo personal autorizado… ¿Cuántas señales de prohibición nos encontramos cada día? ¿Cuántas nos acompañan en nuestras visitas a los museos? Todos hemos pisado el césped, tocado algo que no debíamos o empujado alguna puerta confiando en que estuviera un poquito abierta para poder ver qué había dentro. No somos criminales, pero el sistema de prohibiciones de los museos habitualmente nos criminaliza y nos hace reaccionar de manera agresiva. Resulta muy molesto cuando te riñen por acercarte ligeramente a un cuadro sólo porque quieres observar algún detalle o porque la iluminación de la sala es tan mala que no te permite verlo bien desde ningún ángulo. No quieres dañar las obras, sólo relacionarte de forma natural con ellas.

Lo cierto es que, pese a la tendencia del Prohibido No Tocar y el avance hacia un modelo de museo más participativo en el que los visitantes puedan interactuar con las obras, la gran mayoría de los materiales que se exhiben en nuestros museos necesitan ser aislados por motivos de conservación. No temamos reconocerlo: en la era de los museos experienciales no todas las obras se pueden tocar. Sin embargo, hay muchas maneras de concienciar al visitante para, en lugar de disuadirle, invitarle a participar activamente de la conservación de las piezas del museo evitando ocasionarles ningún daño.

Cuando trabajé como vigilante de salas pude presenciar una de las máximas transgresiones del No Tocar que he conocido nunca: durante una visita en grupo un señor intentó meterse en un arcón del siglo XIII. Cuando digo meterse me refiero a introducirse o penetrar físicamente en la pieza de mobiliario; lo descubrí con un pie dentro y otro fuera, a medio camino de la mayor aberración patrimonial que habían visto mis ojos. No recuerdo si el cartel de No Tocar estaba más o menos cerca de la pieza, pero ¿acaso era necesario? ¿No debería un visitante adulto saber que no es procedente meterse dentro de un mueble medieval policromado? En mi mente ese señor pasó a la lista de los grandes raros de la humanidad, pero también demostró que quizás los museos no siempre se comuniquen bien con sus visitantes.

La foto que encabeza el texto fue tomada el verano de 2010 en Prospect Park (Brooklyn, NY). La señal dice “Tigres dientes de sable han sido puestos en libertad para evitar la erosión del suelo del tráfico pedestre en esta área restaurada. Esta área vallada está cerrada por tu seguridad. Por favor, permanece en los caminos para protegeros a ti y al frágil suelo”. En un simple folio plastificado se condensa muchísima información, se explica que el terreno es delicado, que está cerrado al tránsito, que ha sido restaurado y se pide la colaboración de los ciudadanos. Además, se utiliza una anécdota graciosa –los dientes de sable se extinguieron hace 9.000 años- que, en mi opinión, demuestra el interés por comunicarse con la comunidad de manera inteligente y creativa. Eso es lo que quiero para los museos. ¿Cómo transmitir el respeto a las obras sin que los visitantes se sientan amenazados?

Pensando en la necesidad de buscar alternativas al clásico No Tocar, se me ha ocurrido pedir vuestra colaboración para recopilar ideas creativas que ayuden a construir museos más habitables y un compromiso activo por parte de los ciudadanos hacia la protección del patrimonio. Señoras y señores, les invito al PROYECTO NO TOCAR.

Os animo a compartir vuestras propuestas y ocurrencias a través de los comentarios, en Twitter (#proyectonotocar) o vía email. Una vez recopilada toda la información, me encargaré de ordenarla y ponerla a disposición de todos para que nunca más podamos decir “No se me ha ocurrido nada mejor”. Me gustaría demostrar que somos capaces de educar y proteger sin necesidad de prohibir. 

Hace un par de meses estuvimos debatiendo en el siempre recomendable blog La Cultura Crítica sobre la importancia de señalizar debidamente para mejorar la experiencia de los visitantes, permitiéndoles saber qué objetos pueden ser manipulados y cuáles no. Surgieron un montón de propuestas y me quedé con ganas de más. Todos juntos podemos crear un banco de recursos e ideas para utilizar como profesionales y reclamar como usuarios. ¿Os imagináis un museo sin prohibiciones?

33 Respuestas a “#ProyectoNoTocar: Cómo inventar un museo sin prohibiciones

  1. Comparto al cien por cien lo que dices en el post. Uno de los virus que atacan a la gestión del patrimonio en nuestro país es el «prohibido todo». Suelo poner el ejemplo de un folleto de la necrópolis fenicia del Puig dels Molins en Eivissa en la que se prohibía fumar, comer y dejar sueltos a los niños. Un ejemplo bueno de lo contario es la Ciudadela Ibérica de Calafell en al que lo puedes tocar todo y vestirte si quieres a la usanza ibera.

    • Gracias, Manel. A mí siempre que me dejan vestirme con túnicas y sombreros me cautivan.

      De hecho, contar con elementos manipulables es una herramienta básica para desviar la atención y el posible impacto sobre objetos delicados. Si te puedes probar un kimono, como en el V&A, no sentirás gran ansiedad por querer tocar todos los textiles de la sala -que están, evidentemente, resguardadísimos-. Otro gran error es pensar que los niños son el enemigo: mi experiencia me ha demostrado que los adultos tienen ocurrencias mucho más extrañas. Y, aun así, ¡el comportamiento general de los visitantes es siempre mucho más respetuoso de lo que las prohibiciones presuponen!

  2. Que buena iniciativa la del #ProyectoNoTocar !! XDD poco puedo aportar, creo… ya que la mayoría de las ideas que tengo en mente las escribí en mi post hace unos meses. Como bien dices, la señalización es muy importante. No sólo indicando lo que esta prohibido, sino también hay que señalizar lo que se puede tocar, e incluso poner unas instrucciones, que nunca vienen nada mal. Como ya dije en mi post, creo también que en vez de tanto mensaje negativo, se debería darle una perspectiva positiva, indicando lo que si se puede hacer, o al menos, explicar el porque no se pueden tocar las piezas, ya que mucha gente no entiende el valor patrimonial que tienen y como puede afectar el contacto humando a dichos objetos.

    Hay todavía un largo camino por recorrer, pero es desde dentro y no desde fuera donde deben aplicar nuevas prácticas de interacción de los usuarios en los museos. Si desde dentro no se aprueba y no se cambia de mentalidad poco se puede hacer. Se trata de que cuando vayamos no estemos incómodos ante la mirada de los vigilantes que están al acecho por si tocamos una cosa, o nos acercamos a una obra demasiado… todo esto al final son repercusiones negativas. Los museos deben ser espacios más abiertos, dentro del margen que se pueda. Yo hace unos años estuve en el Museo V&A y en la sección de teatro, opera y música puede probarme vestimentas como una casaca roja, un tocado del s.XVI, etc. y la verdad es que no sólo te diviertes, sino que además, como tú dices, te quitan las ganas de tocar todo lo que tienes alrededor. :) Caixa forum es cierto que tiene bastantes elementos manipulativos, pero casi siempre están integrados fuera de las exposiciones. Lo que hay que hacer es intercalar elementos expositivos manipulables (o elementos virtuales dentro de la exposición) con los objetos museísticos dentro del mismo espacio, y no cada cosa por un lado.

    Como siempre, un genial post. Felicidades Sara.

    • Muchas gracias por tus comentarios, Sabope, y mil gracias por todas las ideas que has ido lanzando en Twitter :)

      Está claro, como tú dices, que el cambio se tiene que efectuar desde dentro, el problema es que muchas veces no es por falta de ganas sino de ideas -y tiempo para desarrollarlas-. Es cierto que en la mayoría de los casos se trabaja por inercia y no se plantean alternativas más creativas, pero algunas veces se trata de un problema de recursos comunicativos. Hace unos meses coordiné una expo y en el último momento nos dimos cuenta de que estábamos obligadas a «señalizar» los límites del visitante. Al final, con las prisas y la falta de tiempo para pensar en algo mejor acabamos imprimiendo un cartelito de prohibiciones clásicas, más que nada porque no disponíamos de ningún recurso mejor que pudiéramos utilizar en ese mismo instante. Eso es lo que me gustaría que cambiáramos entre todos. Somos muchos los que creemos en otra manera de hacer las cosas y a veces nos vemos obligados a dar continuidad a modelos en los que no creemos. Si ponemos en orden todas esas ideas seguro que la próxima vez nos resulta más fácil andar por el lado salvaje de la vida :)

  3. Hola Sara, no estoy de acuerdo con el «No Tocar» de los museos. No hablo de que no se puedan tocar los cuadros con la mano o hacer burradas como las que explicas, pero se debería de dejar interactuar más con las piezas que componen un museo. Muchas veces los guardias se sobreexceden y te tratan como si fueras un delincuenta (a mí me han llegado a perseguir por las 6 salas o más que componen la exposición de Blake en el Caixa Forum, y créeme que no iba a hacer nada).
    El disfrute de la obra en un museo, es como en el zoo con los animales, las personas podemos ver, pero no tocar. no sea que te muerdan… Pero los cuadros, las esculturas, el arte… no muerde.
    Muchos artistas que conozco me comentan que les encantaría poder ver cómo la gente interactúa con sus obras, pero que no lo hacen por el miedo a «no tocar».

    Igualmente, sí tienes razón cuando dices que a veces no se señaliza bien, pero sinceramente, cuando yo veo un cartel de esos, me da repelús. Y les hago fotos para luego compartirlas y decir «mirar qué didáctica tan maravillosa se aplica en este museo…».

    En fin, imagino que será cuestión de límites,. como siempre.

    Un saludo y gracias por los posts, los leo todas las semanas.

    • Gracias, Paula :)

      Estoy de acuerdo contigo en que la criminalización del visitante es intolerable y arruina, muchas veces, la experiencia en el museo. Sinceramente, no creo que el museo sea un espacio para colgar cuadritos unos al lado de otros e invitar a espectadores a deambular entre ellos. Me parece aburrido y creo que incumple lo que para mí es la función principal del museo: servir como plataforma para difundir valores a través de la integración de la comunidad y la generación de experiencias creativas.

      Sin embargo, no podemos obviar que hay obras expuestas en muchos museos que literalmente no se pueden tocar, porque su integridad física peligra. Y son muchas. El error, en mi opinión es pensar que la única interacción posible es «tocar» las piezas, y muchas veces se tiende a pensar que simplemente permitiendo a los visitantes tocar botoncitos y sentir texturas se está construyendo un modelo experiencial. En mi opinión, en el caso de las obras no tocables -que son muchas- optaría por estrategias de comunicación y educación no prohibitivas, que participaran de un discurso positivo e invitaran a proteger voluntariamente el patrimonio. Y, además, incorporaría otros elementos para que dichas obras no se limitaran a ser contempladas, sino que permitieran a los visitantes construir nuevos discursos y vivir experiencias. Experimentar no es sólo tocar :)

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  5. En mi opinión, una de las cosas más importantes es educar a los niños -futuros adultos- en el respeto al patrimonio. Se me ocurre esta iniciativa:

    Los niños deberían registrarse a la entrada para participar en un juego, no tutelado, que fuera vinculando determinadas obras a sus características de conservación. El juego incluiría también «pruebas» tipo «Explica a dos adultos de la sala por qué x obra está protegida por una vitrina». Al completar el recorrido, el niño recibiría una insignia, o placa de identificación, grande y espectacular que le acreditara como Superconservador Jefe o similiar -Master of Conservation es el título más molón que se me ha ocurrido- y le garantizara algún tipo de bonificación fidelizadora, como la entrada gratuita al museo durante un año. El niño tendría que ir al museo con su placa puesta, dando continuidad a su heroica función de protector de las obras -los niños se toman estas cosas muy en serio, dale a un niño un rol de responsabilidad y te costará un montón que lo abandone :)- y contagiando con su actitud a las personas de su entorno.

  6. Me encanta tu idea de las insignias medalliles!

    A mí se me ocurren un par de cosas, también relacionadas con los niños:

    La primera está basada en ese principio universal por el cual todos hemos sido niños. Todas las placas, señales, advertencias y carteles, si están dirigidas a los niños y además lo están de un modo atractivo para ellos, creo que hay un buen número de posibilidades de que los adultos que pasen por delante las lean. El humor es clave aquí.

    Por eso yo propondría habilitar en el vestíbulo principal del museo, muy cerca de la entrada, una zona en la que unos carteles divertidos, excelentemente ilustrados (no será por falta de buenos ilustradores en el mundo) y serios en su contenido (a los niños nos encantan las palabras raras, no lo olvidéis) informaran a los visitantes más jóvenes qué se recomienda hacer y qué se debe evitar en un museo y por qué. Por supuesto, existe la posibilidad de que muchos adultos piensen “Eso no va conmigo, yo estoy por encima de estas reglas”. Para ellos tendremos los carteles aburridos para adultos, si eso es lo que quieren (esto de “para adultos” me hace pensar en que quizá unos carteles de corte erótico podrían resultar también muy efectivos).

    Y claro, hay que asumir que siempre habrá quien fume en los ascensores, porque las reglas no se han hecho para que ellos las sigan. De nuevo, usaría el humor para empatizar con los visitantes más tozudos.

    La otra idea la comentaré cuando tenga otro ratito :)

    • Gracias, David :)

      Creo que hay algo fundamental en lo que dices, aparte del componente estratégico de llegar a los adultos a través de campañas teóricamente creadas para niños, y es la necesidad de entender este tipo de señalización como una herramienta creativa. Además, puede jugar muy a favor de la imagen de marca del museo y ayudar al visitante a sentirse arropado por la institución durante todo el recorrido.

      Por otra parte, el tema del humor es tan básico que tener que reivindicarlo da hasta vergüenza. La idea de que que reírse pueda no ser respetuoso, elegante o incluso decoroso me hace pensar en «Lo cómico y la caricatura» de Baudelaire, libro que leí mientras trabajaba en un museo muy aburrido donde las horas se hacían interminables. Hay museos en los que la gente lo pasa bien por defecto y otros en los que la única salida que te queda es intentar divertirte a costa de lo que ves. Tú y yo ponemos voces al niño Jesús, que a día de hoy está a tope de pastelitos :)

  7. Hola Sara:

    Felicidades por el post. Coincido plenamente contigo. En la mayoría de los casos, en los museos no se indica lo que se puede o no tocar, y por norma general, debe adivinarse que los manipulables (generalmente réplicas) son susceptibles de tocarse y el resto de obras y bienes no.
    Por otro lado, por supuesto que para interactuar con los museos no es necesario tocar, pero en algunas instituciones (como los museos arqueológicos o etnográficos, por ejemplo) esta posibilidad permite que el publico en general interprete y comprenda ciertos aspectos de las colecciones que el museo expone, a la par que abre nuevas vías para que distintos colectivos, como los niños, puedan conectar con el museo, algo muy importante ya que muchos se olvidan de ellos.

    Un saludo, Raquel.

      • Hola Sara:

        Una opción podría ser diferenciar en un museo las zonas de exposición como tal de las zonas en las los objetos se pueden tocar, pero diferenciar siempre dentro de una cierta conexión, ya que ambas espacios deben estar directamente vinculados. En el MARQ este verano pudimos ver como una especie de pasillo, que hacia de eje vertebrador de la visita, diferenciaba las salas destinadas únicamente a exposción de bienes culurales ( a un lado) de los espacios habilitados para el aprendizaje y la experimentación (al otro lado y en el propio pasillo). Eso si, no existían indicaciones que señalaban que se podía tocar. En este sentido, y como comentaba al principio, carteles como «Y ahora te toca experimentar», o «Descubre como lo sabemos» hubiesen sido interesantes (quiero recordar que los manipulables, por ejemplo, presentaban cómo se veían distintos objetos-madera, polen, etc- según que método de datación o análisis se empleaba, una inscripción latina que había que encajar como si de un puzzle se tratara, o las diferencias entre un cráneo de un australopitecus y un homo, cráneos que se podían tocar).
        No sé que os parece…

        Un saludo, Raquel.

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  9. Estoy totalmente de acuerdo, Raquel. Yo también creo que los carteles explicativos son muy necesarios. De hecho, da la sensación de que cada vez se opta más por eliminar cartelas e información dentro de las salas con esa idea de que «las obras hablan por sí mismas», cuando a mí, por ejemplo, me encanta que el museo me sugiera cosas, me informe y se manifieste a lo largo de la visita. No creo que los museos tengan que ser espacios asépticos y me parece mucho más moderno crear estrategias de comunicación molonas para mejorar la experiencia de los visitantes. De hecho, aunque no me guste la noción de prohibición, el modelo del MARQ que comentas podría haber dado de sí para establecer un paralelismo en clave de humor a ambos lados del pasillo, tipo: «Oh, lo siento, en este lado sólo puedes mirar. ¡El museo te agradece que nos ayudes a proteger nuestro patrimonio!» y en el otro lado «¡Pero aquí puedes tocar, oler y experimentar con todo lo que quieras!.

  10. Sara me uno a tu proyecto. Como comentáis es muy difícil para los «usuarios» de los museos saber cuando se puede tocar y cuando no. Os cuento mi experiencia este verano en la exposición de Alfredo Jaar en la Berlinische Galerie. En la instalación The eyes of Gutete Emerita se podían tocar las diapositivas amontonadas en una mesa para poder verlas mejor con las lupas, pero no había ningún indicador de ello, algo que creaba una sensación de miedo ante los vigilantes que paseaban entre los visitantes. Ya en Valencia me enteré que incluso el artista dejaba que la gente se llevara las diapositivas a su casa, después de ver que en otras exposiciones la gente lo hacía a escondidas, y luego el museo se encargaba de reponerlas. ¡Me hubiera encantado llevarme una!

    • Gracias por comentar, Sandra :) ¡Eso que cuentas es tristísimo! Me parece un fallo terrorífico por parte del museo y una gran falta de respeto hacia el artista, ya que la experiencia de los visitantes, en este caso tú, sólo pudo ser parcial. ¡Seguro que nos sorprenderíamos si nos enteráramos de la cantidad de veces que nos ha sucedido algo parecido en miles de expos!

  11. Hace unos días comenté una de mis propuestas para el #ProyectoNoTocar y me dejé en el tintero alguna que otra idea. Allá va:

    Esta segunda idea se tiene dos puntos clave, así que intentaré no liarme mucho :)

    Partimos de la base de que el usuario tocador toca porque no puede remediarlo. Está en su naturaleza, y eso, por sí mismo, no es malo. Lo malo es, en mi opinión, no aprovechar esta «necesidad de tocar», para conseguir concienciar al visitante sobre la importancia de la conservación de las obras expuestas.

    La propuesta es la siguiente: Instalar en la entrada de cada sala del museo dos (y es importante que sean dos) obras tocables, fotografiables y flasheables, creadas y expuestas expresamente para ello, y de similares características a las obras expuestas en el resto de la sala (ya sean dibujos, pinturas al óleo, esculturas de mármol, animales disecados -que los hay- o arcones medievales). Una de estas dos obras se sustituirá cada poco tiempo, mientras que la otra permanecerá en la sala siempre que haya una exposición de similares características en ella.

    Todo esto con un doble objetivo: Por un lado, el visitante tocador clama sus ansias tocadoras, ya que es capaz de experimentar, de primera mano, los placeres sensoriales que de otra forma le niega el museo. Y por otro, y aquí está el truco, el visitante podrá ver qué consecuencias reales tiene su acción tocadora, unida a la de miles de visitantes, en la maltrecha figura de la obra que no se retira nunca, y que lleva meses o años siendo manoseada, flasheada, mordida, hurgada y salpimentada al gusto de hordas de visitantes con una sed súper-humana de conocimientos.

    Este procedimiento puede parecer caro para el museo, pero yo no lo veo así. Para los museos de arte, basta con aliarse con la facultad de Bellas Artes más cercana y animar a sus alumnos a donar sus trabajos de clase por el bien de la ciencia artística, o ser remunerados de manera simbólica por ello. El alumno expone en un museo, y el museo tiene obras que pueden ser «maltratadas» con permiso expreso del artista. Una especie de voluntariado cultural a fondo perdido, aunque les serán devueltas sus obras una vez finalizado el periodo de tocamiento establecido en el contrato de donación.

    Y creo que esto es todo, espero haberlo dejado claro, son muchas cosas a la vez :)

    Y enhorabuena por la nominación a los Tweets Awards!

    • Gracias, David :) De lo que comentas, que me parece buenísima idea, me gustan sobre todo dos aspectos. En primer lugar me parece muy interesante lo de exponer al visitante a las «consecuencias» de una manipulación negligente de las obras. Me recuerda un poco a las fotos gore de los paquetes de tabaco y a esta propuesta de comunicación que conocí gracias a @yrenebueno: http://www.comunicacionpatrimonio.net/2012/01/la-realidad-supera-a-la-ficcion-graffitis-en-la-alhambra/

      Por otra parte, me parece una idea genial lo de involucrar a estudiantes de Bellas Artes. De esa manera, no sólo se establecen lazos con colectivos muy próximos al museo -que, sorprendentemente, suelen ser ignorados por las instituciones- sino que se puede plantear una colaboración a largo plazo que extienda la acción formativa a los alumnos de la universidad, futuros profesionales del arte y la cultura.

      Y, además, es una estrategia muy gráfica capaz de transmitir de una manera evidente, casi pornográfica, la vulnerabilidad de determinados materiales. Eso sí, yo acompañaría todo esto de una explicación razonada para sensibilizar a los visitantes y evitar así el efecto anécdota :)

  12. Hasta hace poco yo no había tenido un acercamiento con el mundo de la museología, las cédulas ni los discursos museográficos de ninguna manera. No fue hasta que en el trabajo me delegaron la tarea de hacer todo el cedulario de una zona arqueológica, que dicho sea de paso consideré sencillo gracias a la inexperiencia en el tema.
    Sin embargo, me fue muy interesante acercarme a esta labor de difusión. Me encontré con la corriente de interpretación temática (tematic interpretation, corriente nacida en los parques nacionales de Estados Unidos en los 70s) que habla de un acercamiento al público (muy adecuado y en la misma linea que la Nueva Museología).
    Uno de los postulados principales de la interpretación temática es que «no se puede conservar lo que no se quiere y no se puede querer lo que no se entiende» en palabras de uno de sus principales expositores Freeman Tilden. Por lo que se hace una «traducción» del lenguaje especializado para involucrar más al público.
    Me parece que hay muchas opciones, pero llevarlo a cabo se puede lograr teniendo claro las metas y el mensaje que se quiere dar.
    Espero seguir contribuyendo a estos esfuerzos de la difusión.

    Saludos desde México.

    • Muchas gracias por tu comentario, Faust. Me parece muy interesante el enfoque de la interpretación temática y, de hecho, es justo a lo que me refería cuando hablaba de crear discursos más amables eliminando las prohibiciones y contribuyendo a construir museos más habitables -lo mismo sirve para sitios arqueológicos, zoos o cualquier espacio interpretable-. Me encantaría saber más cosas sobre cómo resolviste el proyecto y qué problemas te encontraste por el camino. ¿Hay algún buen ejemplo que te parezca que deberíamos tener en cuenta?

      • Bueno, pues de momento todavía no termina el proyecto, está en pleno desarrollo. Pero si puedo comentar que uno de los problemas es justamente esta interacción que se crea con letreros, y una de las cosas que más me ha costado trabajo es la redacción de las cédulas. Por eso es que esta iniciativa de #ProyectoNoTocar me ha llamado fuertemente la atención, espero arrojar buenos resultados próximamente.
        En cuanto a adentrarse en la corriente de interpretación temática se pueden buscar autores como Sam Ham, Freeman Tilden en Estados Unidos y Manuel Gándara y Maria Antonieta Jiménez Izarraraz en México. Apenas me tompé con unos textos de Gonzalo Ruiz Zapatero, que trata de manera muy amena y muy interesante las problemáticas de difusión de la arqueología en España.

        Saludos

  13. No sé si lo han comentado ya, pero el Museu dels Invents i Idees de Barcelona (MIBA) permiten hacer fotos, de hecho, animando los visitantes con un cartel «No está prohibido hacer fotos» o «Haz fotos», y acciones afines como por ejemplo ponerlas en los medios sociales, etcétera.

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  15. Me pregunto si conoces es museo Vostell. Está en Malpartida – Cáceres. Es un museo de lo más particular donde puedes interactuar con gran parte de las obras expuestas. Vostell fue un artista aleman del movimiento Fluxus que aterrizó allá por los años 60 por esas tierra, se enamoró de la hija de un molinero y allí se quedó. Ese molino alberga hoy un museo que lleva su nombre, Vostell, donde el tiempo pasa y no te das cuenta. No os lo perdáis si tenéis oportunidad

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